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Ambos estamos dedicados fundamentalmente al aprendizaje de la lengua, que es un ejercicio de amor, de paciencia y de perseverancia: él el Fufulde, yo el Djerma.
Intentamos acercarnos a ellos como personas que se interesan por sus costumbres y su cultura, por sus expresiones, por sus idiomas… Esto los desconcierta un poco y nos facilita romper con el binomio casi matemático de hombre blanco igual a dinero, que tanto falsea y adultera las relaciones. Nosotros queremos que vean en nosotros a hermanos, a hombres de Dios y no a una sucursal bancaria. Por eso la opción por la lengua no es ni banal ni caprichosa, responde a un estilo muy concreto de ser misionero, en donde la presencia, el encuentro con el otro “que no soy yo ni piensa como yo” se pone en el centro. No es fácil pues la relaciones desde hace tiempo están contaminadas por “El poderoso caballero que es Don dinero”, que diría don Francisco de Quevedo. Nuestro reto es, qué duda cabe, apasionante. Ambos estamos ilusionados en la misma tarea. |
Para mí ha sido una alegría ver a mi compañero expresarse en Fufulde, recorrer no sé cuantos kilómetros para encontrarse con su profesor, que vive en una cabaña humilde, en dónde nosotros no aguantaríamos ni tres días sin que se resintiese nuestra salud, al menos la mía.
También ha sido aleccionador para mí comprobar que comienzo a expresarme en Djerma con cierta soltura. Gaya, a 350 km de Niamey, hace frontera a través del río Níger con Nigeria y Benín, un río que ahora va en crecida y da gloria verlo.
En Gaya la buena parte de la población es Djerma, y he podido hablar con jóvenes, ancianos, niños… que me comprendían y a los que yo también he podido comprender. Toda una inyección de moral para seguir con el aprendizaje.
Quiero terminar esta pequeña reflexión sobre las lenguas locales con una anécdota, porque no hay palabra que sea neutra, y nuestros pasados, nuestros prejuicios pueden jugar y juegan muy malas pasadas El pasado y el presente está lleno de dramáticos ejemplos de lo que una mala comprensión de la religión genera. No hay más que ver las guerras desatadas en nombre de las religiones a lo largo de la historia, e insisto, en nuestros días.
Pero vuelvo a la anécdota. Isidro y yo fuimos al mercado en la tarde del viernes pasado. A mi compañero le gusta bromear con las vendedoras de frutas o verduras, y demás productos. Después de regatear el precio de unas chanclas le faltaban 10 francos Cefa, lo que equivaldría a un céntimo de euro. Como realmente no tenía el dinero le dijo en francés:
- ¡Que Dios te bendiga!
La chica, algo enfadada, le respondió:
- ¿Qué Dios, tu Dios cristiano o el mío musulmán?
- Son el mismo Dios-, le respondió mi compañero.
Pero la joven parecía más enfadada aún y cierta tensión se había creado a nuestro alrededor. Entonces yo me atreví a volver a bendecir en nombre de Dios, pera esta vez en la lengua de la chica, el Djerma:
- ¡Paciencia! Dios está presente ente nosotros. ¡Que el derrame su bendición sobre todos sin excepción! (To. Kala suuru. Irkoy ma albarka dan iri kulu se)
El rostro de la chica tardo unos segundos en relajarse, y, acto seguido, todos los que nos rodeaban estallaron en una sonrisa aprobatoria y sonora. La bendición había sido aceptada, y yo saldé la deuda sacando de mi bolsillo los diez francos que faltaban.
A la vuelta a casa, Isidro y yo, comentábamos la ocurrido.
-Si queremos-, decíamos, entrar en un contacto real con la gente hay que hablar su lengua. Eso lo cambia todo y abre puertas, abre corazones, habitados como los nuestros por el único Dios de todos. No es pequeña tarea misionera esta, aunque no todos lo vean, y una tarea además, cargada de humanidad, sentido común y ecumenismo.
Así han finalizado mis escasos pero intensos días en Gaya, en donde he compartido con Isidro la misma pasión misionera que ambos sentimos. A él le doy las gracias por su acogida y fraternidad. A vosotros os saludo desde Niamey.
Un abrazo siempre humano desde esta tierra de Dios.
28-1-14, Paco Bautista , sma.
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